martes, 28 de abril de 2015

Inocencia enmascarada.

Ella se peina sobre una banqueta, con las piernas ladeadas, en frente del tocador. Las puas del cepillo se hunden en su rojizo cabello y lo recorren como un arado sobre la tierra; suave y lento pero firme y simétrico.
Su cara, que no se refleja en aquel espejo adornado, tenía una luz especial, una blancura nacarada que no se ve por estos lares. La luz de las velas perfilaba su silueta desnuda en las cortinas de seda... Todo es extraño pero hermoso a la vez.

Mientras se peina observa, entre parpadeo y parpadeo y a través del cristal, el cuerpo ensangrentado que cuelga al borde de la cama de manera inerte... Se siente satisfecha, pues acaba de tener la mejor cena de la semana.

Se acercó al cuerpo y contempló los mordiscos que ella misma había dejado en él. Cuello y brazos quedaron señalados con pares de perforaciones del grosor de agujas de tejer, borboteantes de rojo plasma.
Rememoró la noche y sonrió: las nueve en un bar cercano a una estación de ferrocarril. A través del ventanal se ve a un despistado transeúnte que pregunta por la Avenida Salvación. <<Bendita ironía>> pensaba ella para sus adentros mientras se acercaba a ayudarlo. Unas copas para aliviar al viajero,unas risas mientras se mascaba una agradable tensión y ella prometió llevarlo a su destino al amanecer. Le parecía oportuno dejarlo descansar en la habitación de invitados. La sorpresa de su desnudo ante la incrédula mirada del muchacho terminó por desgarrar la tirantez acumulada durante las horas previas. Sus manos arañando la espalda del inocente pero travieso chico, las piernas de éste entre los muslos de ella, los gritos de placer de ambos que a medianoche se convirtieron en un frenesí de saliva y muerte. Él calló y ella bebió sin prisa...

Se recogió el pelo con el coletero,se lavó la cara y sin ropa alguna emprendió el vuelo transformada en un pequeño murciélago de cobrizo pelaje. Rápida y silenciosa desapareció por la ventana sin dejar rastro.